Huevos de gallinas libres de jaulas y pollos orgánicos: qué hay detrás de esta tendencia en el país
Huevos de gallinas libres de jaulas o pollos certificados como orgánicos son parte de una tendencia donde se cruzan distintos conceptos vinculados con producir respetando el bienestar animal. En este caso se trata de la producción avícola, pero también el fenómeno es más amplio y roza otras actividades como la ganadería vacuna, por ejemplo.
Y ante algo que es una tendencia mundial en ascenso, hay supermercados que buscan seducir a los consumidores destacando productos con bienestar animal. Lo mismo pasa con empresas que se lanzan a producir siguiendo esta tendencia.
¿Pero, a qué se refiere el bienestar animal? El bienestar animal se refiere a acciones y procedimientos para, según destaca el Senasa, «brindar confort animal tanto en lo relativo al bienestar físico y pautas de comportamiento, como a su estado de armonía (del animal) con el ambiente». Incluye desde asegurar buena cantidad de agua y alimento hasta espacio suficiente, protección contra enfermedades y eventos extremos climáticos, un buen manejo y trato tanto desde la etapa de producción a la faena.
Según los especialistas, son las nuevas generaciones las que impulsan el movimiento con otra mirada hacia los alimentos ya que se vinculan con ellos con una concepción distinta.
Hace 20 años, Carrefour hizo una incipiente apertura de productos naturales en las góndolas. Al principio fueron solo frutas y verduras, luego agregó carne. Ahora está con los huevos de gallinas libres de jaula, donde la diferencia fundamental con los tradicionales es el no confinamiento en la producción.
«Estamos enfocándonos en el consumo responsable. Cada vez más el consumidor está preocupado por el origen de los productos. Las nuevas generaciones son las que miran más las etiquetas y origen de producto. Ellas son las responsables y las que están cambiando la forma de concebir los alimentos», señaló el director de Asuntos Corporativos del supermercado, Leonardo Scarone.
Los huevos, denominados de «Huella Natural», cuestan un 40% más, y provienen de gallinas no solo criadas libres de jaulas, sino alimentadas a base de vegetales y con acceso libre al campo. Se venden en 60 sucursales de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, además de la web del supermercado.
Para Darío Ortíz, de 50 años, que creó junto a unos amigos en Carlos Keen, provincia de Buenos Aires, una granja con pollos orgánicos certificados a los que le pusieron Cocorokeen, son los chicos quienes vienen con el chip de cuidar el medioambiente. Por el momento el suyo es el único emprendimiento en el país de pollos certificados.
«La bajada viene de la educación, con un nuevo mensaje y son ellos los que generan conciencia de abajo hacia los mayores», dijo el emprendedor.
Entre 1991 y 1998 existió un proyecto pionero de pollos orgánicos en el país que trasladó una tendencia europea. Se llamó «La Recordación» y estaba en el partido bonaerense de General Rodríguez.
Ahora Cocorokeen está dando el paso en la producción. Al no haber molinos especiales que realicen el alimento balanceado orgánico, el proyecto en Carlos Keen tiene su propio molino donde realiza el alimento para asegurar la trazabilidad. Los granos utilizados provienen de cultivos orgánicos certificados.
«Es un largo camino en el cual tenés muchos frentes para cumplir: por un lado Senasa Sanidad (por el cumplimiento de normas sanitarias), y por otro Senasa Orgánico (para lo que es la producción orgánica), entre otros requerimientos», contó.
En cuanto al tiempo de crianza, mientras los pollos tradicionales se crían en un mes y medio, los orgánicos tardan alrededor de 84 días. Destinaron galpones donde pueden criarse 11.000 pollos tradicionales para criar solo 4800 y sumaron una pradera para ellos.
La densidad de pollos por metro cuadrado de gallinero es la mitad, lo que genera que tengan espacio y no compitan por alimento y agua. Solo la faena es la misma a un pollo industrial, con la salvedad que no se pueden realizar juntas las dos faenas.
Sobre el costo del producto, Ortíz señaló, a modo de ejemplo, que en Europa el pollo orgánico sale cuatro veces más que el tradicional. «La relación entre los costos de producción aquí es también de cuatro a uno, porque el pollo vive el doble por lo tanto en su vida come más, ocupa más espacio por metro cuadrado y el alimento que se le proporciona cuesta más», explicó. «Nosotros tenemos calidad de pollo, no cantidad. Es un círculo donde se beneficia no solo el consumidor, sino que además subsidia a la tierra», agregó.
Hoy el emprendimiento tiene 300 pollos camperos de 60 días de crianza de prueba, con genética campero argentino y en un mes recién estarán listos para la faena.
Diferentes entidades ligadas con la defensa de los animales han puesto la lupa justamente sobre el sector avícola por las condiciones de producción en establecimientos confinados.
Sin embargo, entidades de los productores defienden a la actividad de las críticas aduciendo que los productores son los primeros en resguardar el bienestar.
«Es una cuestión que se valora y se aplica. Desde hace seis años que tenemos capacitaciones con profesores que contratamos en Inglaterra que vienen cada dos o tres años a renovar los títulos», señaló Roberto Domenech, presidente del Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (CEPA).Javier Prida, presidente de la Cámara Argentina de Productores Avícolas (Capia), contó que todos los productores buscan el bienestar animal pero explicó que la producción de huevos libres de jaula en el país solo es del medio por ciento.
«En la Argentina hay más de mil productores de huevos y no llegan a diez los que producen libres de jaula. A nivel mundial solo el 11% se produce de esa manera», aclaró.