a provincia de Buenos Aires es la más poblada del país con poco más de 17 millones de habitantes. En su territorio concentra el 38% de la población argentina. Sólo en el AMBA hay casi 15 millones. Sin embargo, de los 135 distritos que la componen, 70 tienen menos de 35.000 habitantes, y dentro de este grupo, existen 310 pueblos con menos de 500 habitantes. La pandemia acrecentó el interés de abandonar la gran ciudad para habitar alguna de estas localidades mínimas.Alcanzar una mejor calidad de vida, más libertad y un contacto directo con la naturaleza son algunas de las razones por las que se busca este cambio.
«La ciudad es una corrida constante y está muy lejos de generarnos tranquilidad alguna. Tenemos todo al alcance pero nada termina siendo de calidad», afirma Lorena Westrepp, de 43 años, diseñadora gráfica y una de las coordinadoras de un grupo de personas que planean irse al campo para crear una eco aldea.
La repoblación de los pequeños pueblos es un proyecto que toma cada vez más adeptos. ¿Dónde ir? ¿Cuál es el primer paso a tomar? Algo está claro, la ciudad, para ellos dejó de ser un espacio amigable. «La falta de tiempo para disfrutar de pequeñas cosas nos alejan de pensar que en las ciudades podemos ser felices», afirma Pascual Furchi, 56 años, licenciado en urbanismo, aspirante a formar la eco aldea.
«La pandemia nos confirma que si hubiésemos estado viviendo en un lugar con más espacio libre por persona ya estaríamos en otra fase y no yendo para atrás y para adelante sin entender nada de lo que pasa», afirma Lorena.
El confinamiento urbano agita los deseos de poder vivir con más libertad. La despoblación del interior del mapa bonaerense abona ese sueño. «El coronavirus acelera el proceso de cambiar y vivir en el ámbito rural. Buscamos una forma de vida más sana y tranquila que la ciudad ya no nos brinda», dice. Reducir el impacto en el medio ambiente, usar energías renovables, construir con técnicas naturales, alimentación sana son algunas de las claves de su proyecto.
«Lo que primero te das cuenta es que en la ciudad no se duerme», afirma Laura Enríquez, de 35 años, docente de teatro. Junto a su pareja, David Bazán, 33 años, profesor de música, fueron pioneros. En el año 2016 dejaron Moreno y, siguiendo una convocatoria de repoblación, fueron a vivir a Gascón, un pequeño pueblo de 120 habitantes en la frontera con La Pampa, a 600 km de la ciudad, en el Partido de Adolfo Alsina. «El pueblo ofrece la libertad, la tierra, el espacio. Esto no se puede tener en una ciudad», afirma.
¿Cómo hicieron el cambio? «El primer paso es conocer el pueblo, estar, viajar una y otra vez. Conocer las posibilidades y las dificultades», confiesa Laura. «Tener la convicción de querer el cambio, la vida urbana es muy convencional», sostiene David. Se suman ventajas, y se agregan dificultades: algunos lugares cuentan con poca conectividad y en otros se puede llegar a dificultar la accesibilidad por el estado de los caminos.
«Es una vida muy prometedora, la tierra te la posibilidad de proyectar», afirma Laura. En el 2016 vieron una noticia sobre la repoblación en Gascón. «Hicimos la mejor decisión: acá tenes espacio, ganamos libertad, podemos salir a cualquier hora» Ambos consiguieron trabajo rápidamente en pueblos cercanos y ciudades intermedias. «Podés desarrollarte profesionalmente, falta mano de obra profesional», advierte David.
Viajar y conocer qué es lo que el pueblo necesita es otra de las claves. La seguridad y la solidaridad, dicen, son grandes componentes que definen la vida pueblerina. Estos son seis pueblos bonaerenses abiertos a recibir nuevos habitantes y con oportunidades para acompañar el desarrollo del lugar.
Pardo
En Pardo viven 200 habitantes. Queda a 220 km de CABA, en el partido de Las Flores, con acceso directo por asfalto desde la ruta 3. Es un típico pueblo de la campiña bonaerense, con veredas arboladas, casas amplias con jardines inmensos, almacenes y vecinos que saludan. Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges pasaban sus veranos allí. El pueblo tiene un complejo de permacultura, Yamay.
«El pueblo ofrece una vida en comunidad real, donde todos nos conocemos y ayudamos mutuamente», afirma Juan Manuel Damperat, de 42 años, que vive en una casa de adobe. «Te sentís parte del todo, sabes cuándo va a llover o a helar», confiesa. Los que pretendan venir a vivir aquí, «tienen que dejar su zona de confort y animarse a una vida sin una agenda tan ajustada, dejarse llevar por los ciclos diarios y estacionales», aconseja Damperat. Por ejemplo, 15 hectáreas con luz eléctrica pueden costar 60.000 dólares, y cuatro ha con vivienda unos 85.000.
Villa Arcadia
Villa Arcadia queda a 550 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, en el partido de Coronel Suárez. Hoy viven 500 habitantes. El río Sauce Grande separa esta localidad de Sierra de la Ventana. Este cordón serrano enmarca el entorno natural del pueblo, que tiene todos los servicios y rutas que lo conectan con las principales ciudades de la región. «En tiempos donde el trabajo se cumple con la metodología home office, algunos planteos o limitaciones ya no tienen consistencia», afirma Julieta Colonnella, de 41 años, técnica en turismo rural de INTA de Coronel Suárez.
«Es arbolado, y las sierras parecen estar en el patio de cada casa. Los inviernos son fríos y los veranos, agradables. Los arroyos invitan a mojarse», describe. Según ella, los nuevos habitantes deberán tener el ejercicio de la escucha para aprender lo necesario del lugareño, y disposición a abrazar su nueva tierra. «Y los niños pueden tener una crianza libre con mayor conexión con la naturaleza», remata.
Hay buena conectividad y accesibilidad. Las casas y terrenos se consiguen desde 65.000 dólares hasta 250.000.
Arenas verdes
Arenas Verdes es un pueblo marítimo que está recostado sobre la costa de playas vírgenes, a 1000 metros de un bosque. Está en el partido de Lobería, a 25 kilómetros de Necochea y a 100 de Mar del Plata, ambas por asfalto. Tiene apenas 18 habitantes.
«Hace 30 años estábamos solos, ahora a veces somos 19 habitantes», asegura Marcelo del Hoyo. Su madre, que fue la primera habitante, tiene un fonda de mar donde ofrece comida típica. Marcelo Tinelli es uno de los que llega en los veranos para saborear sus empanadas.
«Es una vida muy sencilla, no tenés las comodidades de la ciudad, pero salís de tu casa y está la playa», sintetiza. «Tenés que estar muy bien con vos mismo, para vivir acá», advierte. La soledad se siente: «Aunque los que estamos nos juntamos a la noche a jugar a las cartas, y la pasamos muy bien», confiesa. En verano recibe visitantes, turistas solitarios. «Te das cuenta que no necesitás casi nada de las cosas que tenés en la ciudad», resume.
Hay un loteo que ofrece terrenos en la línea de costa por 20.000 o 30.000 dólares o dentro del bosque entre 15.000 y 20.000.
Gascón
Está ubicado a 600 km de CABA, en el Partido de Adolfo Alsina. Gregorio Aberasturi nació en el pueblo. Lo vivió cuando tenía más de 1000 habitantes y fue testigo del éxodo y el derrumbe. Trabaja en consignación de hacienda y desde 2015 persigue un sueño: llevar familias emprendedoras para que refunden el pueblo. Lo ha logrado en conjunto con la ONG Proyecto Pulpería y quieren seguir con la idea. Él ofrece terrenos, sin costo, destinados a familias que tengan un proyecto de impacto local en el pueblo, que prioricen los valores de la vida rural, con recursos y medios propios para llevarlo a cabo.
Villa 7 de marzo
Villa 7 de marzo está a 950 kilómetros de CABA, en el Partido de Carmen de Patagones. Viven 50 habitantes. Es la última playa de la Provincia de Buenos Aires, o «la primera para los que llegan de la Patagonia», advierte Silvia García, nieta de un inmigrante español que sentó las bases para fundar esta aldea marítima, frente al estuario del río Negro.
«Somos 10 familias que estamos construyendo este pueblo», afirma. Hacia el norte se presentan 130 kilómetros de playas vírgenes hasta Bahía San Blas; hacia la boca del río, 15. Está todo por hacerse, aunque cuentan con servicios básicos que permiten el arraigo, electricidad y agua. «Tenemos a 30 kilómetros Carmen de Patagones, eso nos ayuda mucho», asegura Silvia. El sueño comenzó en 1993: hacer aquí un pueblo.
Arroyo corto
Arroyo corto queda a 550 km de la ciudad, en el partido de Saavedra. Tiene 500 habitantes. La localidad tiene excelente conectividad, una entrada por asfalto y está a sólo 15 kilómetros de Pigüé, ciudad cabecera del partido, con gran nivel económico, educativo y cultural. El pueblo está frente al cordón serrano de Cura Malal. «La mayoría de la gente puede almorzar y cenar en la casa. Acompañar a los chicos a las actividades escolares. Estar con la familia. Las distancias son cortas y todo el mundo se conoce», resume la vida en este pueblo serrano Marina Monje, de 51 años y referente de turismo rural del distrito.
«El día alcanza para todo, disfrutar del pueblo, de la vida al aire libre. Visitar a los amigos», dice. El pueblo tiene comercios, servicios de salud, y escuela. «Vivir acá te permite estar hiperconectado con tu familia», agrega. «El paisaje no te agrede, siempre es muy amable», resume. Hay lotes urbanos desde que van de los 2350 dólares a los 3516 dólares. Existe también un loteo sustentable a 45.000 dólares la hectárea donde sólo se permite construir de manera natural, usando energía renovable.
Publicado el 17 de julio de 2020
En La Nación