La ganadería argentina tiene con qué defender su impronta ambiental

En esta edición de Clarín Rural vamos con un informe sobre los nuevos rumbos que surgen para la ganadería vacuna. Como nos quedó chico el suple papel, te invitamos a que recorras también nuestra web. Y aprovecho para contarte que además, en el cuerpo principal del diario y en la plataforma multimedia, hay una producción espectacular sobre lo que está sucediendo con el maíz en la Argentina. Aunque orientado más al público en general que nuestra “clientela” habitual del agro, tiene mucha miga, y en particular sobre la vinculación entre maíz y ganadería. Porque todo tiene que ver con todo.

Entre las cosas nuevas de la ganadería, está el nuevo interés por el sistema de producción silvo-pastoril, y por eso le dedicamos la página central con una gran nota de Juan Martínez Dodda. Como todo el mundo sabe, la producción de carne vacuna se encuentra bajo el escrutinio público por la cuestión de las emisiones de gases de efecto invernadero. La Argentina y la región caen en la volteada, ya que en el mundo no se conocen (o no se reconocen) las características de una ganadería que está predominantemente del “lado bueno”, que es el de la sustentabilidad.

Esta misma semana se celebró en Roma una pre-Cumbre de Sistemas Alimentarios de la Naciones Unidas, calentando motores para el evento mayor, la asamblea general de la ONU, donde la presión ambientalista va a hacerse escuchar con su poder de fuego habitual. Esta previa fue muy bien aprovechada por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, cuyo titular Manuel Otero llevó la voz de los 36 países de la región, presentando un documento con 16 puntos de consenso. Allí hubo un especial párrafo para la actividad ganadera, crucial para América desde Alaska hasta Ushuaia. Es por lejos la región número uno en exportación de carne vacuna, y por lo tanto la que más puede sufrir las malas decisiones basadas en desconocimiento, ideología o intereses proteccionistas. Que en general van juntos.

Pero hay cómo defenderse. Desde los trabajos científicos que avalan la hipótesis del secuestro de carbono por parte de la ganadería pastoril (como el del ing. Agr. Ernesto Viglizzo, ex investigador del INTA Anguil), hasta los sistemas de gestión que van a acompañar a la cadena de la carne. Por ejemplo, la compañía de origen brasileño Marfrig, hoy internacionalizada y número uno mundial en elaboración de hamburguesas, lanzó una plataforma de blockchain para certificar todo el proceso, desde el lote a la góndola. Entre otros compromisos, Marfrig garantizará que sus productos no provengan de campos de desmonte ilegal, u otras prácticas que la comunidad internacional considera que van en detrimento del medio ambiente.

No son temas menores. El ambientalismo extremo está estrechamente vinculado con otras tendencias, que muchas veces parten de percepciones construidas sobre una pátina “anti sistema”. Y entonces todo se mezcla y se confunde. Por ejemplo: algunos productores argentinos respondieron con alborozo frente a las imágenes de productores franceses cañoneando con bosta el coqueto Ministerio de Agricultura, muy cerca del Louvre. Lo que no sabían es que estos “fermiers” estaban protestando contra el riesgo de que el estado francés levante alguna barrera proteccionista, y deje entrar productos agrícolas de otros países. Cuidado, los contrarios también juegan.

Frente a estos embates, la cuestión es hacer las cosas lo mejor posible, sobre base científica seria, midiendo, certificando e informando. Toda actividad humana tiene algún nivel de impacto ambiental, y la agricultura no escapa a ella. Y dentro de las cadenas de valor, la producción de proteínas animales no puede tener menos huella de carbono que la de un producto agrícola. Simplemente, porque los animales no hacen fotosíntesis, sino que aprovechan la que hacen las plantas. En esa transformación hay emisiones. Pero no es lo mismo un rodeo vacuno con un 50% de parición, que en uno con 90%. En el primero, las emisiones son el doble que en el segundo.

Por eso, como siempre decimos, el primer principio ambiental es la eficiencia. La producción silvo pastoril no es la panacea ni la única opción. La llegada de los cultivos de servicio tiene quizá mayor potencial, permitiendo un nuevo “diálogo” entre la ganadería y la agricultura en siembra directa. Mucho para avanzar. Mucho más para comunicar.

Publicado el 31 de Julio de 2021

Por Clarin