La revolución ganadera | InfoSudeste

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Definido el panorama electoral y en las vísperas de la asunción del nuevo gobierno es que nuestro  sector continúa dando señales de un verdadero boom de expectativas. Y como no nos cansaremos de repetir, es un sector que por su naturaleza se mueve mucho más por expectativas a futuro, que por los indicadores de coyuntura que pueden ser analizados.

Más aún los primeros eslabones de la cadena y especialmente el de la actividad de Cría.

Resulta muy gratificante percibir la efervescencia de esperanzas renovadas que desde hace varios meses  giran en torno al negocio de la carne bovina, con más fuerza sobre la etapa de la producción pero que seguramente también existen en la industria a pesar de estar atravesando todavía momentos de sosiego.

Deberíamos remontarnos al período 2003 – 2005 para encontrar niveles de entusiasmo similares a los actuales respecto de lo que puede deparar el futuro de la ganadería. En aquella oportunidad el sector también florecía luego de una crisis signada por la falta de competitividad general de la economía agravado por los episodios de fiebre aftosa registrados durante el año 2001. En este caso se dispone a liberar el freno de mano puesto a partir de la intervención del gobierno iniciada en 2006, con fuerte liquidación de stock mediante.

En esta oportunidad resulta muy atinada la comparación de la situación actual de la ganadería bovina con la que acontecía en el período mencionado. En ambos períodos se destaca el sentimiento de que “llegó la hora de la ganadería”. Pero resulta importante a fin de no malograr esta nueva oportunidad que se nos presenta, destacar la existencia de varias e importantes diferencias entre ambos períodos a tener en cuenta, tanto por los productores y empresarios del sector, como por los funcionarios responsables de conducir la nueva política ganadera.

Cuadro 1: Comparación de indicadores físicos de producción (2005 – 2015)

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Como se observa claramente en el cuadro 1, los indicadores de producción física muestran que el nivel de producción en el 2005 era holgadamente superior al actual. El mismo no estaba basado en  una mejor productividad del rodeo, sino derivaba de unas 6 millones más de cabezas en el stock, consumidas posteriormente durante la liquidación de los años 2008 y 2009. Asimismo, dicha mayor producción afrontaba una demanda interna conformada por una población inferior a la actual en unos 5 millones de habitantes.

Esta situación muestra que a pesar de que en el año 2005 se consumían casi 3 kg más de carne por habitante y por año, el saldo exportable que este consumo interno permitía era  5 veces superior al saldo exportable que permite el consumo interno en la actualidad, ubicado en torno a los 60 kg por habitante y por año.

Claramente puede advertirse con esta información que la tensión o puja entre la demanda interna y la externa resulta mucho más fuerte en la actualidad que en el año 2005, y la capacidad de incrementar las exportaciones en el corto plazo sólo quedan supeditadas a la potencial reducción de las cantidades destinadas al consumo doméstico.

Cuadro 2: Precios y relaciones de precios entre año 2005 y 2015 con dólar real y dólar futuro.

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Ahora bien, con la información del cuadro 2 lo que podemos observar es el impacto del atraso cambiario acumulado desde el año 2005 a la fecha, que hace que todos los precios actuales de todas las categorías de animales se encuentren en valores muy superiores, medidos en dólares, respecto del 2005.

Si a este atraso cambiario general que existe en la Argentina se le incorpora el impacto que tienen las retenciones a la exportación de carne y esto se lo convierte al precio del kilo de novillo vivo susceptible de ser exportado, vemos como la posibilidad de competir con otros países de la región y del resto del mundo hoy queda bastante lejana.

El precio del kilo de vivo de un novillo argentino para exportar medido en dólares de intercambio (oficial menos retenciones) ronda los U$S 2,83 cuando el promedio para los países del MERCOSUR es de U$S 1,6,  con Uruguay a la cabeza en torno a los U$S 2 por kg vivo. Si se le sacaran las retenciones a la carne Argentina de exportación el precio del kilo vivo del novillo al dólar oficial quedaría en U$S 2,4, todavía muy lejos de los valores del MERCOSUR, y si además de quitar las retenciones se devaluara la moneda Argentina hasta alcanzar la relación de U$S 1 = $14, entonces el mismo cálculo daría para el precio de novillo argentino un valor de U$S 1,66 por kilo vivo. Recién en este punto encontramos un valor que podría compararse a la competitividad que registraba en 2005 el novillo Argentino respecto de sus competidores de la región.

En resumen, para volver a tener, en términos comparativos, niveles de competitividad regional similares a los de 2005 se necesita: quita total de retenciones, una devaluación de casi un 45%, y que dicha evolución del tipo de cambio real resulte estéril respecto del precio interno del novillo, es decir, algo muy difícil que suceda (sobre todo con los valores que ya se registraron en inicio del mes en curso).

Conclusión:

Las expectativas que genera la nueva administración con su firme intención de volver a los mercados internacionales provocan en el sector un fervoroso deseo de ser parte de esta nueva oportunidad que se abre. No obstante las condiciones de coyuntura que se observan en la cadena de la carne bovina, respecto de la capacidad de producción en el corto plazo, que por obviedades biológicas de la actividad se sobre-entiende marcadamente rígida, sumado al ya destacado desfasaje actual respecto de los precios de los mismos productos en la región,  entre otros aspectos no abordados en esta nota (bajo precio internacional del cuero, etc.), hacen parecer algo sobredimensionados los precios con lo que actualmente se están cerrando operaciones en estos últimos días.

Habrá que ver en que niveles de precios comienza a estabilizarse el negocio para que en definitiva se logre la competitividad necesaria para reactivar el crecimiento del sector de una manera sustentable, con aumentos de productividad que fortalezcan esa competitividad, y con menores ruidos especulativos que sólo contribuyen a negocios puntuales de corto plazo.

Resulta, al menos imprudente desde nuestra apreciación, y en relación al futuro de la cadena de valor bajo análisis, que las burbujas del momento no induzcan ni conduzcan a los actores del sector a pretender recuperar lo perdido de manera artificial y sin antes establecer las condiciones necesarias de largo plazo, para que esta vez sí y de una vez por todas, estemos asistiendo a la verdadera revolución ganadera.

Decisión Ganadera

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